Aceptando la vida

EL DERECHO A ESTAR TRISTE

Los bajones emocionales son NORMALES

Seguramente en muchas ocasiones os habréis encontrado mal, y a vuestro lado han surgido las frases habituales “¿por esto estás triste?”, “Si tampoco es para ponerse así”, “Venga, que no pasa nada”; “Si yo estuviese triste cada vez que me pasa eso…”.

LAS REDES SOCIALES Y UNA IMPOSICIÓN VELADA

Se insiste una y otra vez en nuestra sociedad (y así lo reflejan las redes sociales con sus innumerables publicaciones sobre todo lo que podemos conseguir si nos lo proponemos) que la felicidad supone la ausencia de malestar, de frustración, o de cualquier cosa que nos genere incomodidad. No se permite un espacio a cualquier emoción que se relacione con el fracaso personal, por lo que tendemos a ocultarlas.

“Sonríe”; “Tú puedes”; “Lo bueno siempre atrae cosas buenas”; ¿Qué pasa si no queremos sonreír? ¿Y si no podemos con todo? Este tipo de mensajes pueden llegar a agobiarnos, sintiendo la presión que supone el estar de un modo en que no nos sentimos: responsabilizando por completo al individuo con el absoluto poder sobre sus actos; y aquí surge un gran choque de realidad: no todo depende de uno mismo. Nacemos en una realidad ya construida y que nos va definiendo: no hay individuo sin contexto. No pasa nada si no estás bien todo el tiempo. Los bajones emocionales son normales, debemos permitirnos los malos días, así como asumir fracasos sin estar obligados siempre a sonreír

LA SOCIEDAD Y UNA IMPOSICIÓN MANIFIESTA

“Pero si lo tienes todo: no puedes estar triste”.  “No estás como siempre”; “no pareces el mismo”; “Ya estás en plan negativo”. Cada vez ligamos más nuestro bienestar a lo que tenemos, y no a lo que somos; lo que nos genera un vacío que en ocasiones cuesta identificar. Ausencia de amor propio, de metas, de relaciones personales constructivas, etC., no son carencias fácilmente observables.

En nuestra sociedad se ha patologizado sentirse triste: hemos entendido las emociones negativas como algo a eliminar, y ser feliz se ha convertido en un actitud y decisión totalmente activa. Si estás triste, no estás haciendo lo necesario para estar bien. ¡Qué presión!

ESTO INFLUYE: ¿CÓMO RESPONDEMOS A LA TRISTEZA?

Llegan a consulta muchas personas que expresan no sentirse escuchadas en el malestar por su círculo cercano de amistades y familiares. Donde, al intentar hablar de su dolor (y aquí recalco tantas veces como uno esté necesitando) se encuentra rápidamente con interrupciones de su discurso plagadas de consejos para borrar la tristeza, frases para reorientar el tema, o incluso chistes o bromas para aliviar el peso de la conversación. Esto pasa por dos motivos principalmente: nos quieren y no desean nuestro sufrimiento; y/o por otro lado, la tristeza incomoda. No saben cómo actuar para hacerse sentir mejor (porque creen que debes sentirte mejor, y es responsabilidad de ellos hacerte sentir mejor).

¿Qué consecuencias tiene esto? La condena de la tristeza a ser la eterna inexpresada, sin espacio para manifestarse, calando hondo en el fondo de la persona y ganando peso conforme ésta no puede elaborar su malestar frente a otros y, por tanto, frente a sí mismo (porque, como ya hemos dicho, no hay uno mismo sin contexto).

¿CUÁL ES LA RESPUESTA SOCIAL ADECUADA?

Escuchar. Sólo con esto ya producimos alivio. No hace falta que aportemos soluciones o demos consejos. Escuchar activa y detenidamente: desde el verdadero respeto, poniéndonos en lo que el otro siente, NO en cómo tendría que sentirlo o en cómo lo sentiríamos nosotros.  En muchas ocasiones, a medida que hablamos, nuestra psique es capaz de ir reorganizando cognitivamente toda la maraña emocional permitiéndonos afrontarla con mayor precisión

NOSOTROS TAMBIÉN NOS BOICOTEAMOS

Ya estoy otra vez”; “¿Por qué no puedo dejar de darle vueltas al tema?”, o “No tengo arreglo”.

Este tú de ahora, el que no se ríe, el que necesita soledad y desahogo: también eres tú. Puede que no surja esta faceta tan a menudo como debiera, y que no haya tenido la necesidad de aparecer nunca; pero ahora está aquí, así que vamos a tenderle también una mano. Tienes derecho a no estar activo, ni risueño, ni querer salir tanto de casa, ni reírte. A llorar, a mostrarte vulnerable y quebrarte si es lo que necesitas.

Más arriba escribíamos algunos pensamientos comunes que sólo generan mayor sentimiento de culpabilidad y nos distraen de nuestro verdadero objetivo cuando estamos mal: escucharnos. Cuando la tristeza aparece tiene una función: nos habla sobre algo que debemos observar, modificar, o fortalecer. Puede tener que ver con un cambio de hábitos o de actitud; con nuestras relaciones con los demás o con nosotros mismos; con perdonar; con la incongruencia de algo que esté sucediéndonos. No es agradable escuchar a la tristeza, aunque si no lo fuera no nos llevaría a cuestionarnos las cosas para avanzar. (Dicho de otro modo, sentir frío en la calle no es agradable, pero si no lo hiciésemos posiblemente acabaríamos con catarro cada dos por tres al no protegernos de esa sensación).


¿Y LA CLAVE ENTONCES?

Demos a la tristeza el espacio que se merece

Paciencia y espacio. La clave está en cómo decidimos afrontar los sentimientos negativos: podemos aceptarlos, expresarlos, comprenderlos y actuar en consecuencia o, por el contrario, ocultarlos, negarlos y condenarlos hasta que aparezcan desbordados al no haberlos dado espacio.

Debemos permitirnos tener malos días. Darnos cuenta de que supone una experiencia de conocimiento personal, de desafío, de transformación. La tristeza nos ayuda a comprender qué sucede, qué necesitamos hacer, en qué se puede reorientar nuestro sentimiento.

No neguemos nuestro malestar por no herir a los demás, por no preocuparles, por complacerles: no rechacemos algo que es nuestro. La tristeza necesita expresarse, tiene una función liberadora, creativa, transformadora: nos impulsa a tomar decisiones aunque el camino no sea el más amable.


Como siempre, desde PSICOKIDE estaremos encantados de poder escucharte.

LinkedInTwitterFacebookPinterestGmailEmailBufferEvernoteWhatsApp